jueves, 26 de mayo de 2011

Y la verdad nos hará libres parte 1

Juan 8:31-32  “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra,  seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad,  y la verdad os hará libres”.


Todos sabemos quien es Dios, e incluso creemos en Él, hasta Satanás sabe quien es. Ahora bien, si sabemos quien es Dios y creemos que existe, será lo mismo decir que lo conocemos? Cuando nos hablan de una persona, y luego otra nos pregunta si sabemos quién es, decimos que si, porque alguien ya nos hablo de ella, pero no es lo mismo decir que sabemos quién es alguien, a decir conozco a ese alguien. Cuando hablamos de conocer, quiere decir que existe una comunicación constante y un escudriñar a diario en lo que le gusta o no a esa persona, que siente, cuales son sus planes, gustos, etc. El diccionario nos da el siguiente significado: Tener información o conocimiento profundos y con experiencia directa sobre algo.  Tener experiencia interiorizada acerca de algo. Distinguir o identificar a una persona o cosa entre varias por una serie de características propias. Así mismo, cuando hablamos de conocer a nuestro amado Dios, es un compromiso serio. Cuando decimos: quiero conocer a Dios, estamos hablando en la profundidad de nuestro ser y espíritu, para sumergirnos en la profundidad y el Espíritu de Dios.
Primeramente debemos poner atención a una de las principales características de Él y por la cual podemos estar aquí hoy: ¡Dios es amor! 1Jn 4:10  “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,  sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo  en propiciación por nuestros pecados”.
A lo largo de las escrituras, podemos descubrir el amor entrañable de Dios por su creación, Dios es un Dios de amor 1Juan 4:8. “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
Este principio es fundamental. ¿Cuantos de nosotros estamos dispuestos a entregar a un hijo único, para salvar a un montón de imperfectos humanos?
Sólo un amor tan grande, está en la capacidad de perdonar y aceptarnos tal y como somos.
De allí surge la interrogante. Dios: ¿cómo puedo amarte de esa manera? ¿Y mucho más, amar a los que me rodean? La respuesta del Señor es muy sencilla, pero precisa: “Amar no es sentir, es actuar” Deut. 6:5-6  “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón,  y de toda tu alma,  y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy,  estarán sobre tu corazón”; cuando Dios nos da un mandato, es para ejecutarlo, no para esperar sentir algo.
El Señor es tan bueno que nos dejó a disposición un manual de vida invaluable, único en el mundo, no existe literatura alguna que pueda superar La Palabra de Dios, expuesta en La Biblia. Allí Dios nos da enseñanza de vida personal, familiar y en comunidad.
Como individuos que hemos aceptado a Cristo en nuestro corazón y por ende al Padre (Juan 14:9) tenemos la necesidad de mantener una comunión con Él, presentarnos ante su presencia, con un corazón contrito y humillado, y mantenernos en constante comunicación. Por eso oramos, adoramos, alabamos, ayunamos, convocamos vigilias, etc. Y todo esto es válido y aceptado por Dios, siempre y cuando podamos cumplir un principio fundamental: 1Juan 2:5 “pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos con ÉL”.
El Señor nos manda a cumplir con su palabra para perfeccionarnos en su amor. Cuando nos referimos a su palabra, en ella Dios nos ordena cumplir con sus mandamientos. Ese es su gran mandato a lo largo de las escrituras, en Éxodo 20:6 el Señor nos dice: “y hago misericordia por millares a los que me aman y guardan mis mandamientos[1]
Ahora bien, además de su amor tan grande, lleno de misericordia y bondad, otra característica espectacular y maravillosa de nuestro amado Dios es que Él es Santo Lev 11:44  “Yo soy Jehová,  vuestro Dios.  Vosotros por tanto os santificaréis y seréis santos,  porque yo soy Santo”.
Vamos a detenernos aquí por un momento, y pidamos discernimiento del Espíritu Santo, para entonces, luego de estar claros que Dios es Amor y de que es Santo, comprender el siguiente pasaje: Isa 1:16-18  “Lavaos y limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos, dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien,  buscad el derecho,  socorred al agraviado,  haced justicia al huérfano,  amparad a la viuda. Venid luego,  dice Jehová, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la grana,  como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Si leemos el pasaje desde el versículo 11, Dios nos habla de arreglar cuentas con ÉL. ¿De que manera?: derramando nuestros pecados delante de su presencia, confesando todo lo malo que hay en nuestro corazón, todo sentimiento de odio, ira, raíces de amargura, sentimientos que no son fruto del Espíritu. En Gálatas 5:19-23: “Manifiestas son las obras de la carne,  que son:  adulterio, fornicación,  inmundicia,  lujuria, idolatría,  hechicerías,  enemistades,  pleitos,  celos,  iras,  contiendas,  divisiones,  herejías, envidias,  homicidios,  borracheras,  orgías,  y cosas semejantes a estas.  En cuanto a esto,  os advierto,  como ya os he dicho antes,  que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Pero el fruto del Espíritu es amor,  gozo,  paz,  paciencia,  benignidad,  bondad,  fe, mansedumbre,  templanza;  contra tales cosas no hay ley”. Amados, donde existe alguno de estos sentimientos que son fruto de la carne, no pueden ser manifiestos los frutos del Espíritu, y por ende no podemos decir que amamos a Dios y mucho menos a nuestro prójimo. Como lo dijo Juan: “Si alguno dice: Yo amo a Dios,  y aborrece a su hermano,  es mentiroso.  Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto,  ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios,  ame también a su hermano”.  1Jn 4:20-21 
Cuando vamos a la presencia de Dios, su santidad y amor, no pueden permitir una comunión limpia si existen estos obstáculos en nuestra comunicación con Él.


Continúa...







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